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martes, 2 de febrero de 2016

La sociedad civil y la contrarrevolución




Esteban Morales Domínguez

UNEAC


Siempre recuerdo el asombro con que me abordó un compañero muy querido, cuando leyó mi artículo,  donde digo que la contrarrevolución cubana no existe,  ni nunca existió. ¿Cómo entender eso, si siempre hemos hablado de contrarrevolución cubana?

La contrarrevolución también puede ser legítima. En la misma medida en que una clase desplazada del poder, por una revolución, se propone recuperarlo, organiza sus fuerzas, las dota de un programa, un discurso propio, define y genera  liderazgo y como parte de un movimiento político de recuperación del poder, las pone a trabajar.

Pero en el caso de Cuba la situación histórica ha sido diferente. A lo largo de  la historia, la que pudo ser clase burguesa nacional se suicidó en varias ocasiones. La primera vez, cuando los ricos hacendados criollos del occidente, no apoyaron la lucha independentista y solo comenzaron a hacerlo, cuando se percataron de que España perdía la guerra frente a las tropas del ejército libertador. Comenzaron entonces a enviar al frente a sus representantes  que aparecían casi inmediatamente,  ostentando  grados  militares,  sin haber librado un combate. No pocas veces, ello  provocó la ira de Máximo Gómez.

La parte más patriótica y revolucionaria de esos  hacendados, los orientales, con Carlos Manuel de Céspedes a la cabeza, secundado por Ignacio Agramonte,   se alzaron  contra el poder español,  pelearon como leones e integraron el gobierno de la república en armas. Pero sus ingenios eran los más pequeños, sus producciones azucareras también y la lejanía de la capital los situaba en desventaja. Pero  la  que pudo ser burguesía nacional  no logró  alcanzar tal categoría y  la que tenía el poder económico para serlo, prefirió adoptar una actitud reformista y más tarde,  ponerse  en manos de Estados Unidos.

Predominaron finalmente los que  no querían ver terminada la esclavitud, no apoyaban que  la lucha independentista llegara al occidente  y  si algunos aspiraban a  expulsar a España de Cuba, era para liderar el país, amparados  en la intervención norteamericana, como finalmente ocurrió.

No fueron nuestros verdaderos patriotas, en su inmensa mayoría, los que llegaron a la república y disfrutaron del poder o de la fracción  de poder  que el ejército norteamericano le dejó. Fueron los filo- anexionistas, los esclavistas  a ultranza y  los ex autonomistas, los cubanos de siete meses, como Martí  calificaba a  muchos de ellos. Resulta muy interesante que el primer gabinete de Estrada Palma estuvo integrado por figuras provenientes del autonomismo.

El segundo suicidio tuvo lugar, cuando esa misma burguesía criolla,  ya dentro de la república controlada por los yanquis,  apoyó a la dictadura batistiana hasta sus últimas consecuencias y  se marchó de Cuba una vez derrocada ésta, con la convicción de que sería por poco tiempo,  porque el ejército norteamericano intervendría en Cuba y le devolvería sus privilegios.

¿Quiénes fueron entonces, los que lucharon contra la revolución en sus primeros años? No fue la burguesía, fue Estados Unidos quien organizó la contrarrevolución, la financió y la  apoyó política y materialmente, utilizando a todos aquellos, que estuvieron dispuestos a combatir contra  la revolución.

Es por eso que puede afirmarse que Estados Unidos organizó a la contrarrevolución, ahogando  en la cuna, las que pudieron haber sido sus  aspiraciones legítimas. La contrarrevolución que emergió  entonces,  era  más bien un mercenarismo con camuflaje  de contrarrevolución. La evidencia más clara de eso fue la Invasión de Girón de 1961, cuando  el supuesto gobierno  que desplazaría al liderazgo revolucionario, estaba acuartelado en Miami,  esperando que lo trajeran  a la republiqueta que se fundaría en la Ciénaga de Zapata. Fue entonces que  los hijos de muchos terratenientes, burgueses y oportunistas vinieron a pelear, porque creían   que el ejército norteamericano les garantizaría el triunfo.

La actividad interna contra el gobierno revolucionario quedó prácticamente derrotada en 1965, cuando las bandas armadas que asolaron a los campesinos  en la Cordillera del Escambray, viéndose derrotadas, prefirieron  marchar a Estados Unidos para allá vivir de lo que habían hecho en Cuba,  para restaurar el viejo poder. En realidad fueron simples mercenarios, entrenados, armados y  pagados por Estados Unidos.

Ahora sus amos  han variado la táctica y tratan de ubicar  a los continuadores de aquellos,  como parte  de la llamada sociedad civil. Pero la falta de legitimidad, ha sido siempre el problema de esta contrarrevolución. Si hasta 1965,  la política norteamericana hacia esfuerzos denodados por hacerlos aparecer como elementos de una guerra civil entre cubanos, ahora, con la máscara de la sociedad civil,  trata de situarlos como oposición interna al gobierno.

El término de sociedad civil cubana, ha sido manipulado por los ideólogos de Estados Unidos. Como si en Cuba se fuese a caer en la trampa de llamarlos como lo que no son.

No debemos tener ningún complejo al respecto, Cuba tiene una sociedad civil, que no necesita autocalificarse como tal,  pues es más que eso, se trata de la sociedad revolucionaria, integrada por todas sus  organizaciones  de siempre,  a las que ahora se suman todas las entidades y organizaciones sociales que han emergido para enriquecer la solidez y heterogeneidad del proyecto social de la revolución. No nos dejemos engañar por  conceptos que son legítimos, pero dentro de una   fraseología manipulada. Si tenemos  o no una sociedad civil, eso no es lo más importante, pues somos una sociedad revolucionaria, surgida al calor de una revolución legitima.

De aquí la insistencia de la parte norteamericana, por  discutir sobre democracia, libertades civiles  y derechos humanos, creyendo que con ello van a dotar a sus mercenarios contemporáneos de una plataforma  ideológica  que les permita participar en la política interna cubana como una fuerza opositora legitima.

Por eso que puede afirmarse que la contrarrevolución cubana no  existe. Nunca existió. La política norteamericana la ahogó al nacer. Los que durante todos estos años hasta hoy ( variando ahora su  táctica  de lucha) han pretendido derrocar o subvertir el régimen político revolucionario en Cuba, han resultado ser un grupo de facinerosos, que no pueden ser siquiera llamados contrarrevolucionarios, porque no merecen esa categoría política,  que les  dotaría de  un espacio dentro de la sociedad.  Terminaron simplemente siendo desde temprano, lo que aún son hoy, mercenarios liderados por la política estadounidense, a los cuales Estados Unidos les paga para que apliquen un algoritmo  destructor  al régimen revolucionario en Cuba.

No son contrarrevolucionarios, porque en realidad  no son  representantes de   ninguna clase desplazada del poder  y no tienen nada que recuperar, que les haya pertenecido.  No perdieron nada,  lo perdieron otros, que no tuvieron la valentía ni la inteligencia política para recuperarlo.

Estos   de  ahora,  están simplemente  ganándose el sueldo como mercenarios, viven de eso, esa  es su remuneración por lo que hacen, que no es ninguna tarea política digna, que les otorgue un espacio en la sociedad cubana.  En realidad, no son parte de ella, de ahí que retornaran a Miami, su cuartel general,   una vez concluidas  sus pocas inteligentes provocaciones pagadas en la reciente VII Cumbre de las Américas.


Obama enfrenta un gran reto político  en las negociaciones  que se llevan a cabo, si pretende continuar engordando a sus representantes en Cuba, para que arrebaten al liderazgo cubano la conducción de los cambios que hay que hacer en la Isla. No podrán imponer condiciones para ello y quien pretenda hacerlo continuará cosechando el fracaso de una política, por demás  ya fracasada y   continuarán  sufriendo el  cerco  del  aislamiento que ya se crearon.


La Habana, Abril 23 del 2015


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